Publicado en la revista Hágase Estar, nº52 de junio de 1983
Este año 1983 coincide con el 1950 aniversario de la muerte y la resurrección de Cristo. Por este motivo el Papa ha querido establecer un Año Santo extraordinario, con el fin de que la Iglesia entera y cada uno de los fieles penetre más a fondo en el misterio de la redención. El Jubileo comenzó el 25 de marzo de 1983 y concluirá el 22 de abril de 1984.
Jesucristo Redentor
«Abrid las puertas al Redentor». Con estas palabras inicia el Papa la bula de convocación del Año Jubilar de la redención. Son una llamada a toda la Iglesia, a cada uno de los fieles, a hacer propias las riquezas inescrutables del misterio pascual de Cristo, mediante la renovación de la vida cristiana.
Cristo vino al mundo desde el seno del Padre para redimirnos; se ofreció a Sí mismo sobre la Cruz en acto de amor supremo hacia el hombre, hacia cada hombre, para devolverle la dignidad de hijo de Dios perdida por el pecado.
Se impone por nuestra parte «una respuesta fundamental y esencial, es decir, la única orientación del espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad y del corazón es para nosotros ésta: hacia Cristo, Redentor del hombre; hacía Cristo, Redentor del mundo. A El nosotros quereos mirar, porque sólo en El, Hijo de Dios, hay salvación» (Redemptor hominis, 7). Ahora bien, la redención operada por Cristo se comunica a los hombres de todos los tiempos a través de la Iglesia que, como Cuerpo de Cristo, está constituida «corno sacramento universal de salvación» (Lumen gentium, 48). Por medio de la Palabra de Dios y de los sacramentos la Iglesia hace presente a Cristo en medio de los hombres y les comunica su fuerza redentora y santificadora.
Este Año Jubilar ha de ser, por tanto, un año de acercamiento a la Iglesia, con una participación más viva en los sacramentos.
Conversión y renovación
Es deseo del Papa que se dedique especial atención en este Año Santo al sacramento de la penitencia, La libertad del pecado es fruto y exigencia primaria de la fe en Cristo Redentor y en su Iglesia, «Al servicio de esta libertad, el Señor Jesús instituyó en su Iglesia el sacramento de la penitencia para que quienes han cometido pecado después del bautismo, sean reconciliados con Dios, al que han ofendido, y con la Iglesia misma, a la que han herido» (Bula de convocación, 5),
Dado que todos somos pecadores, todos tenemos necesidad de acercamos con confianza al sacramento de la reconciliación, para que Cristo mismo, a través del sacerdote, perdone nuestros pecados. Es preciso que «todo católico no omita nada para mantenerse en la vida de gracia y haga todo lo posible para no caer en pecado» (Bula de convocación, 4). El mejor medio es la confesión sacramental, pues no sólo nos perdona los pecados, sino que nos fortalece para no volver a pecar, nos aumenta la vida de la gracia y va transformando nuestra mentalidad y nuestra vida según el Evangelio; preparándonos para dar frutos de caridad y servicio a los hermanos, Además, en el contexto de la comunión de los santos, la confesión sacramental ayuda de diversas maneras a acercar a los demás hombres a Cristo.
Ganar el jubileo
Todo el Año Jubilar debemos orientarlo hada un descubrimiento progresivamente más profundo de la misericordia de Dios y hacia una aceptación cada vez mayor de los bienes de la salvación.
«En esta perspectiva de gracia se sitúa también el don de la indulgencia, propio y característico del Año Jubilar, que la Iglesia, en virtud del poder que le confirió Cristo ofrece a todos aquéllos que con las disposiciones indicadas cumplen las prescripciones propias del Jubileo» (Bula de convocación, 8).
Por concesión especial del Papa Juan Pablo II este año podrá ganarse el Jubileo no sólo en Roma, sino en todas las diócesis del mundo simultáneamente. Se puede elegir uno de los modos siguientes:
- Participar devotamente en una celebración comunitaria para ganar el Jubileo, organizada en la diócesis o parroquia de acuerdo con las indicaciones del obispo. También, si el obispo lo dispone, participando en una misión popular o en jornadas de redro espiritual, No podrá faltar en ningún caso una oración por las intenciones del Papa.
- Visitar individualmente o, lo que es mejor, en familia una de las iglesias o lugares que se indican más abajo, dedicándose allí un tiempo de meditación, recitando el Credo y el Padre nuestro y rezando por las intenciones del Papa.
Las Iglesias y lugares destinados son los siguientes:
- En Roma; las cuatro basílicas patriarcales, la basílica de Santa Cruz de Jerusalén y las catacumbas.
- En las demás diócesis: La catedral y otra iglesia designadas por los obispos.
Los que por deficiente salud no puedan trasladarse a estos lugares podrán ganar las indulgencias realizando una visita a su iglesia parroquial, Para los enfermos que no puedan realizar tal visita bastará que se unan espiritualmente al acto que para ganar el Jubileo realicen sus familiares y parroquia, ofreciendo a Dios sus oraciones y sufrimientos Análogas facilidades se conceden a los que viven en institutos de ancianos o en centros penitenciarios. Los religiosos y religiosas de clausura podrán ganar el Jubileo en sus iglesias monásticas o conventuales.
Requisitos para ganar la indulgencia plenaria.
Requiérese la ejecución de la obra prescrita y el cumplimiento de estas tres condiciones: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa. Además, que se excluya todo afecto a codo pecado, incluso venial.
Con una sola confesión pueden ganarse varias indulgencias plenarias; con una comunión y una oración por las intenciones del Papa sólo puede lograrse una plenaria. Como la confesión puede hacerse varios días antes o después de cumplir la obra prescrita, por ejemplo, una semana, con una sola confesión se podrán ganar catorce o quince indulgencias plenarias en los distintos días antes y después, y en el día en que se pone una obra indulgenciada. En cambio, la comunión y la oración por las intenciones del Papa hay que repetirla cuantas veces se quiera ganar la indulgencia plenaria; pudiendo hacerse el mismo día de la obra, que es lo recomendado; o varios días antes o después, (P. Eduardo Regatillo, Las indulgencias, p.55-57).
Conclusión
El 25 de marzo pasado el Papa abrió en la Basílica Vaticana la Puerta Santa, «símbolo de un nuevo acercamiento a Cristo, Redentor del hombre, que llama a todos, sin excluir a nadie» (Bula de convocación, 12). Pidamos a la Santísima Virgen, en cuyas manos de Madre ha puesto el Papa el buen resultado del Año Santo, nos enseñe a hacer realidad este símbolo. ¡Abramos las puertas al Redentor!
Tratemos de concentrarnos, como María, con amor indiviso, en Jesucristo, dando testimonio con la enseñanza y con la vida de que nada se puede hacer sin Él, ya que en nadie más puede estar la salvación. (Bula de convocación, 9).
Eduardo Laforet Dorda