¡Enhorabuena, padre Eduardo!

La Milicia de Santa María tiene un nuevo sacerdote

(Publicado en la revista Hágase Estar nº 58 en junio de 1984)

Eduardo como diácono

Eduardo como diácono

Ustedes recordarán que en nuestro número de diciembre pasado les presentábamos a los futuros sacerdotes de la Milicia de Santa María. Entonces les exponíamos sus necesidades económicas. Hoy queremos hacer a nuestros lectores partícipes de una gran alegría: el primero de ese grupo de aspirantes al sacerdocio recibió, el pasado 25 de marzo —festividad de la Anunciación del Señor—, la ordenación sacerdotal en la madrileña Catedral de San Isidro.

Se trata de Eduardo Laforet, un joven de 27 años, que después de concluir la licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Navarra, pasó a realizar los estudios de teología en Burgos.

Eduardo Laforet no es el primer sacerdote de la Milicia de Santa María, pero sí el primero de una nueva generación de vocaciones sacerdotales surgidas en la Milicia en la década de los años 70. Su ordenación sacerdotal representa, pues, un hito importantísimo en la reciente historia de una joven obra de la Iglesia.

De ahí que se palpara una emoción contenida aquel 25 de marzo en todos los miembros de la institución, presentes en la Catedral, representando a sus cuatro ramas: masculina, femenina, sacerdotal y matrimonial.

Por el gesto de la imposición de las manos, que junto a la oración de consagración realizaba el Obispo, la Iglesia recibía un nuevo sacerdote. Cuando las manos del señor Obispo se posaban sobre la cabeza de Eduardo, arrodillado ante su Pastor, el que escribe estas líneas pensó que era Cristo mismo quien le estaba entregando una parte de su Cruz para que le ayudara a cargar con ella, y así se identificara con Él.

Ordenación sacerdotal de Eduardo Laforet

Ordenación sacerdotal de Eduardo Laforet

Para los que pudieron captar la escena a distancia resultó especialmente emotivo el momento del abrazo del padre Tomás Morales, fundador de la Milicia, al nuevo presbítero. Pero nadie podía distinguir quién de los dos estaba más emocionado, si el veterano luchador de la Iglesia, que va consumiendo su vida al servicio de Jesucristo, o el joven sacerdote que ofrecía su vida y su sacerdocio por el Papa y la Iglesia.

Al final de la celebración, el besamanos esperado y emocionante. Los que se acercaban después de esperar en una interminable fila de familiares, amigos y militantes, se resistían a alejarse de allí, como deseando hablar y abrazar al, desde hacía unos instantes, padre Eduardo.

Concluida la celebración abordamos al nuevo sacerdote para realizarle algunas sencillas preguntas y así presentárselo a nuestros lectores:

—Padre Eduardo, ¿podrías explicarnos con breves palabras por qué te haces sacerdote?

—Ser sacerdote es una vocación, es decir, significa que uno es llamado por Dios. Yo recuerdo que la primera vez que pensé en ser sacerdote —por entonces tenía unos ca­torce años— deseaba enseñar a todos mis compañeros algo que leí en un libro: «El fin último del hombre es la gloria de Dios». Es decir, que lo único que

Eduardo ya sacerdote

Eduardo ya sacerdote

importa es agradarle a Él. Para eso no es necesario ser sacerdote pero de ello se aprove­chó el Señor para que comenzase a pensar en la labor sacerdotal.

—Perteneces a la diócesis de Madrid y vas a ejercer tu ministerio en la Milicia de Santa María. ¿Cuál es la función del sacerdote en esta institución?

—Es sencillamente la función de un sacerdote, es decir, dar la vida divina a las almas, hacer posible su santidad por medio de la palabra y los sacramentos. Si quieres una respuesta más concreta, se trata de ayudar a que todos esos jóvenes tomen conciencia de las exigencias de su bautismo y sean auténticos cristianos en todos los ambientes en que se desenvuelven y en todas las situaciones de las que ellos son los únicos responsables.

—Por último, ¿qué les dirías a nuestros lectores, especialmente a los jóvenes?

—Que abran de par en par sus corazones a Jesucristo sin ningún temor, pues entregarse a Él es recibir mucho más de lo que cualquiera podría esperar. Jesucristo es el único que realmente puede llenar un corazón joven y lleno de esperanzas.

En la puerta de la Catedral se quedaban esperando los militantes de Madrid, que estaban allí en pleno. Cuando el padre Eduardo salía del Templo entonaron la vieja melodía: «Porque es un cura excelente…, y siempre lo será».

A todos nos costaba despedirnos. En el corazón de cada uno había sentimientos de agradecimiento a Dios, por el maravilloso don del Sacerdocio y a la Virgen Santa María, de cuya mano la Milicia había recibido un nuevo sacerdote.

En nombre de todos los lectores y redactores de Estar, ¡enhorabuena, padre Eduardo!

Miguel Ángel de Castro

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  • Bujedo
    Bujedo

    En unas convivencias con los Cruzados de Santa María en Bujedo (Burgos).

    Ordenación
    Ordenación

    Eduardo Laforet fue ordenado sacerdote en Madrid el 25 de marzo de 1984.

    Junio de 1984
    Junio de 1984

    En junio de 1984 es operado para hacerle un trasplante de médula.

    Ordenación sacerdotal
    Ordenación sacerdotal

    Revistiéndose de sacerdote el día de su ordenación, 25 marzo de 1984.

    Fallecimiento
    Fallecimiento

    El 23 de noviembre de 1984 fallece en Madrid.